“El 2005, la oposición política empezó a señalar que había dos Bolivias, una indígena, arcaica, subdesarrollada y pobre asentada en el occidente y otra moderna, con un mestizaje regional, exportadora y próspera, en el oriente.” (Soruco Sologuren, 2011)
Sin lugar a duda este tipo de declaraciones llegan a lo más profundo de sentimientos encontrados y desaprobación, estas actitudes a ocasionado que movimientos indígenas contemporáneo como un sujeto articulador de lo plurinacional, y al proceso de transformación actual como un proyecto plurinacional con hechos históricos, que ha generado una intersección entre el horizonte de liberación indígena, que es muy anterior al de la independencia, con el Taqui Onkoy de 1560, las rebeliones que culminan con la muerte de Tupac Amaru I en 1572, y el horizonte nacional popular constituido en la Revolución de 1952, esta intersección podría implicar un proyecto plurinacional que sea por una parte, un ir más allá de la autodeterminación propia para responsabilizarse por articular lo común y por otra, por medio de esta responsabilidad por lo común que a su vez garantizaría la posibilidad de autoafirmación propia pero bajo un horizonte donde todos puedan caber, y no la lógica moderna de la guerra de todos contra todos, superar la lógica colonial de las dos Bolivias y aquella etnocéntrica del nacionalismo.
Este vaciamiento señorial de la representación de la nación es determinante porque interpela de una manera radicalmente nueva al movimiento indígena y popular: su horizonte de liberación, de autodeterminación y autogobierno más allá de la institucionalidad colonial liberal, hoy debe subsumir la responsabilidad por la comunidad boliviana en su conjunto.
Es necesario diferenciar dos dimensiones en el despliegue de las luchas políticas de las organizaciones indígenas que permita abordar su potencial como horizonte de liberación para todos, en este tiempo: una en tanto oprimidos y por tanto interiores al orden moderno colonial, y otra, como excluidos, como exterioridad de ese orden.
Libertad como autonomía que es tomar la historia en sus manos, posicionarse como hacedor de ella, buscando transformarla con la praxis, porque puede ser que quien reconoce su situación la asuma como inevitable o se asuma como incapaz de modificarla.
Ninguna condición constituye un sujeto, sólo él mismo define ser sujeto y desde ahí buscar las posibilidades de cambio.
El sujeto político, así como la constitución de su proyecto, es siempre un hecho histórico en tanto presente, porque estamos hablando de que la política se hace con personas de carne y hueso, que enfrentan su dominación en un momento determinado y buscan solucionarlo en acciones concretas.
Los seres humanos se hacen sujetos políticos cuando se preguntan lo que han sido, lo que son, lo que pueden ser. Cuando miran atrás para reconocer lo que fue (el pasado como lo dado, lo que hubiera sido o lo que aún puede ser, lo todavía no proyectado al futuro, lo que puedo hacer que sea en tanto acciones concretas dirigidas hacia un proyecto real.
Hoy día las preocupaciones se han desplazado a otras problemáticas. La derrota política del proyecto autonomista oriental, que en su ala radical, se convirtió en separatista, la “hegemonía” del actual gobierno y no obstante aquello los desafíos de construcción de un Estado plurinacional con autonomías, de una gestión pública que encamine las transformaciones propuestas, y el tema medular de dependencia energética, encarecimiento de la vida, y reproducción de la lógica de mercado han encaminado la necesidad de pensamiento ya no al significado de lo que vivimos estos años, sino a cuestiones más concretas que avancen lo trazado.
Bibliografía
Soruco Sologuren, X. (2011). Apuntes para un Estado Plurinacional. La Paz: Bolivia.